lunes, 25 de noviembre de 2013

Conocimiento moderno

                                            

INTRODUCCIÓN

En este tema hablaremos de lo que es el conocimiento moderno y de cómo  utilizarlo, para que nos sirve en la vida cotidiana, quienes fueron sus principales fundadores y que creían ellos del conocimiento moderno. El hombre se interrelaciona con su realidad usando dos herramientas fundamentales: sus sentidos y la razón en las cuales las podemos utilizar para el conocimiento.  
                                                                    
Nos hablara también del conocimiento vulgar que es el “saber” en un sentido más amplio, de cómo atrapa la realidad en situaciones objetivas y subjetivas, teóricas o prácticas.
Habla de la razón humana y nos dice que es la capacidad de establecer o descartar nuevos conceptos concluyentes.
En la ciencia moderna el razonamiento inductivo basa sus conclusiones en las inferencias estadísticas.
Nos explicara sobre la lógica deductiva y la inductiva y de cómo el razonamiento no se considera un instrumento sino como una realidad que se impone a la mente y la arrastra.




















DESARROLLO


CONOCIMIENTO MODERNO


Consideramos necesario en éste mundo en que nos movemos, que es casi siempre en el de las opiniones, establecer la diferencia, entre: opiniones, conocimiento común y conocimiento científico. La filosofía se ocupará, en su
“Teoría del Conocimiento” o “Gnoseología”, (gnosis: conocimiento), de preguntar por los límites de nuestros saberes, para lo cual se verá obligada extender la vista más allá de esos límites, debido a las distintas posiciones y criterios expuestos por los filósofos. Desde sus remotos orígenes, queda enredado el problema de distinguir lo filosófico y lo jurídico. No se puede, pues, demostrar cuál de las diferentes teorías del conocimiento están en lo cierto, si es que alguna lo está (y aun, podría uno preguntarse, sí tiene algún sentido, hablar de la verdad de una teoría del conocimiento. Esta grave situación, podría zambullirse en interminables y estériles especulaciones sobre el Ser, el Uno, y el Mundo y aún trabar el desarrollo de cualquier ciencia, si no fuera porque, en general, optamos por seguir viviendo como lo hacemos, sin preocuparnos por el problema. La pregunta es: ¿Tiene alguna justificación una conducta tan displicente? y una respuesta posible sería: por lo menos, no trae consecuencias desagradables. Por eso todos actuamos, en la práctica, como realistas empedernidos. El tema queda fuera del alcance de nuestro tratamiento, en consecuencia no nos introduciremos en sus discusiones; pero resulta indispensable considerarlo, aunque sea del modo más somero, tan sólo para mostrar que existe como problema especulativo y que cualquier construcción que se haga sobre la ciencia, reposa sobre ciertos presupuestos en los que habitualmente no reparamos.
1 Por razón de su propiedad de conocer, el hombre está en continuo trabajo para adquirir nuevos conocimientos
2, por el poder de abstracción de su inteligencia puede llegar a conocer diferentes objetos, más de los que podría conocer un animal irracional, porque éste
1 GUIBOURG, Ricardo, Ghigliani Alejandro, Guarinoni Ricardo – Ob. Cit.
2 Remitimos a lo expuesto en el Capítulo I.

UNIVERSIDAD EMPRESARIAL SIGLO 21
Sólo tiene conocimientos sensitivos. El animal irracional, jamás reflexiona acerca de sus conocimientos. El hombre, por el contrario, tiene conocimientos sensitivos y supra sensitivos. Por su inteligencia abstrae, universaliza, reflexiona, compara, investiga las razones de las cosas, las causas próximas y remotas. Nos preguntamos:
¿Qué es el saber?
¿Qué determina el conocimiento? Distintos criterios - como veremos más adelante - sustentarán dichas preguntas. En sentido estricto, distinguimos entre: saber y conocimiento
.
 El saber


, se da en un sentido amplio, el conocimiento vulgar. Aprehende la realidad en situaciones objetivas y subjetivas, teóricas o prácticas, incluyendo
“El saber a qué atenerse”.
“Conocimiento” es un concepto más estricto, es saber comprobado sistematizado, el conocimiento científico, da lugar a la “ciencia”. Es decir acepta ciertas bases o postulados, dogmáticamente, sin discutir. La ciencia presupone, sin hacer de ello un problema, la existencia del mundo exterior, el espacio, el tiempo etc. El problema gnoseológico no considerará, directamente, ni el conocimiento sensitivo, ni el pre – científico o vulgar, sino el conocimiento científico cierto.
 Para comprender el alcance, de los diferentes grados de conocimientos
, es necesario distinguir los diversos estados psicológicos que la mente podrá encontrar respecto a los mismos. Tendremos cuatro estados subjetivos:
 Ignorancia, duda, opinión y certeza
. La Ignorancia
: es la carencia de conocimiento,
Desconocemos “ignoramos” todo respecto de algo o de alguien. Esa ignorancia, la mayoría de las veces, llevará al hombre a la acción, debido a su espíritu indagatorio y de curiosidad.
 La duda: es una indeterminación Del entendimiento. La duda puede ser real o ficticia. La primera, porque realmente la inteligencia no ve de quelado debe inclinarse, en cambio la ficticia, es fingida.
 Las opiniones: no llegan a ser conocimientos propiamente dichos, aunque se les parecen, porque son también afirmaciones sobre la realidad. No son ideas corroboradas, podríamos considerarlas como un sustituto del saber. Es la inclinación de la



LA EXPERIENCIA SENSORIAL DEL INFINITO


El hombre se interrelaciona con su realidad usando dos herramientas fundamentales:
Sus sentidos y la razón. Sus percepciones sensoriales le brindan un conjunto de elementos que conforman lo que solemos llamar la alteridad; pero tal alteridad no es un conjunto estático de elementos, antes bien se compone de un mundo de relaciones causales entre dichos elementos sujetas a permanente cambio. Estas relaciones causales no son siempre perceptibles por los sentidos, por lo cual se precisa el auxilio de la razón para hacerlas evidentes. Tal juego dialéctico -que va, en un camino de doble vía, de lo sensorial a lo intelectivo- ha sido la base fundamental para el desarrollo del conocimiento en general y, en particular, del conocimiento científico y tecnológico.
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿tienen todos los sentidos humanos el mismo peso en la tarea de construcción de los mecanismos racionales que permiten dilucidar la alteridad, los así llamados construidos o construcciones lógicas? La evolución histórica del conocimiento técnico sugiere que no; por el contrario, dicha evolución parece conceder al sentido de la vista un papel preponderante en la elaboración de tales construidos. En su lúcido en sayo Fundamentos de la meta-técnica
, el filósofo venezolano Ernesto Mayz
Vallenilla analiza, desde un muy particular y original punto de vista, esta evolución.
Concibiendo la técnica como un proceso o que hacer humano, gradual y progresivo, a través del cual el hombre aspira a imponer su dominio sobre la alteridad en general,

Mayz observa que el momento actual es uno de encrucijada, en el cual podemos estar asistiendo a la sustitución de un modelo científico-tecnológico, altamente sostenido por la primacía de la visión, por otro de naturaleza radicalmente distinta en el que, superando los límites impuestos por lo visual u óptico-lumínico, el desarrollo técnico transciende el ámbito sensorial humano.
                            Mayz Vallenilla, Ernesto. Fundamentos de la meta-técnica. Monte Ávila Editores/IDEA, Caracas. Colección
Perspectiva Actual. 1ª edición, 1990.
 En palabras de Mayz:
Es evidente, en tal sentido, que el ingénito y natural espaciar humano se realiza mediante la preeminente intervención de los órganos visivos. Ello testimonia que lo óptico es, sin duda alguna, aleje primordial del sistema kinestésico del hombre… y que, alrededor del mismo, se entreteje el ordenamiento espacial forme de la alteridad
No obstante, lo anterior admite atenuantes:
A pesar de que lo óptico sea el eje primordial del sistema kinestésico del hombre… es innegable que el sentido de la vista, inserto como se halla en la unidad funcional de un soma o cuerpo, actúa habitualmente como ingrediente de una indiscernible totalidad sinérgica integrada por los aportes provenientes de los demás sensorios. Especial relevancia -en el caso específico del hombre- tienen a este respecto los componentes auditivos y táctiles...
Y de los atenuantes se pasa a la queja:
Pero esta fusión de lo óptico en la unidad de un sistema kinestésico -a pesar de ser perfectamente constatable- ha sido ignorada o falseada sistemáticamente. En efecto: destacando su preeminencia
-pero aislándolo de los restantes sentidos- lo óptico se ha erigido en fundamento exclusivo de la ratio humana… haciendo de la videncia y la evidencia no sólo rasgos definitorios de la misma, sino protofundamentos privativos de su genealogía
Sin embargo, como se asentó párrafos atrás, este estado de cosas parece estar sufriendo una radical transformación hacia nuevas manifestaciones científico-tecnológicas, en las que se transciende (y hasta se transmuta) la característica óptico-lumínica de la técnica tradicional, trayendo como consecuencia y, en vista de la ya anotada sinergia sensorial humana, una trascendencia (y consiguiente transmutación) de las características sensoriales humanas en general. A tal estado de cosas, absolutamente novedoso, lo denomina Mayz meta técnica.
Aun cuando las manifestaciones primarias de la Meta técnica se presentan en forma de aparatos o instrumentos creados por el hombre, es decir, constituyen una praxis, el ejercicio de la actividad Meta técnica se extiende inexorablemente hacia horizontes epistemológicos y gnoseológicos, convirtiéndose en un logos o principio elaborador de conceptos: el logos Meta técnico. En el segundo capítulo del libro comentado
, Mayz Vallenilla analiza con profundidad los conceptos de espacio y tiempo desde la perspectiva que ofrece este logos, lo cual enlaza de cierta manera con el tema que queremos tratar en este ensayo: el infinito. Sin embargo, es bueno prevenir al lector de que no queremos (mejor aún: no podemos) ofrecer una perspectiva Meta técnica del tema que nos ocupa. Nos sirve entonces  este largo prefacio Meta técnico como una manera de presentar el resumen del discurso que corresponde a nuestras verdaderas intenciones: el concepto de infinito (pensado desde una visión estrictamente matemática) ha evolucionado desde formas absolutamente visuales, hasta aquellas en las cuales es dable prescindir totalmente de la ayuda del sentido de la vista o de cualquier otro sensorio humano.
Remontemos entonces la cuesta temporal hasta los tiempos del ápeiron griego, vocablo negativo que denominaba imposibilidad. Era importante para el griego la definición, el establecimiento de límites, que permitiera a la razón abarcar la realidad sensible con su ejercicio. Los límites eran péras (de allí, perímetro, la medida del límite): lo que tuviera límites era definible, por tanto abarcable con el ejercicio racional, con el logos; de manera que aquello que careciese de límite era ápeiron y, por lo tanto, indefinible, más aún, imperfecto.

En el centro de esta contradicción y tomando fundamento de ella, desarrollan los pitagóricos su matemática, absolutamente ligada a su metafísica casi religiosa. El pitagorismo asimila los entes al número, que constituye -en su muy particular óptica- la sustancia de los mismos. Pero no nos permitamos la equivocación de suponer para ellos nuestro propio concepto de número, muy avanzado y elaborado a partir de las dudas e inseguridades que ellos mismos nos dejaron; antes bien, asumamos algo aproximado a lo que hoy llamamos número natural. Esta preeminencia ontológica del número obliga a su estudio y conduce al establecimiento de interesantes y muy curiosas relaciones; pero para ello se hacía menester un procedimiento que permitiera dar un soporte sensorial -de hecho, visual- al número como concepto. Es de esta manera como entra la geometría a jugar el papel fundamental que hasta hoy le concedemos en el desarrollo del conocimiento matemático.
Los pitagóricos identifican el 1 con el punto, el 2 con la recta, el 3 con la superficie y el 4 con el volumen. Su acumulación, conjunción o, simplemente, su suma lleva al 10, otetractys sagrado, de mucha importancia para la congregación. Jugando con distribuciones geométricas de puntos (o unidades) distribuyen los números según formas poligonales, con lo que descubren relaciones sorprendentes. Así, un número triangular se obtiene sumando los números en secuencia, un número cuadrado resulta igual a la suma secuencial de números impares, etc. Ninguna de estas relaciones enfrentaba a los pitagóricos con elápeiron, excepto por el hecho de que nunca tenían que darse por terminadas: había siempre la posibilidad de continuar los procesos independientemente de donde se hubiera llegado… se trataba de un infinito potencial.
El mundo de relaciones asociadas al número resultó tan fructífero y armónico que
-nada extraño para hombres con un pensamiento místico- condujo al prejuicio en la forma de creencia en una relación geométrica, que luego se les hizo insostenible a partir de sus propios descubrimientos. Se trataba de la creencia en la conmensurabilidad absoluta de dos segmentos, lo que significaba la posibilidad cierta de conseguir, sin excepción alguna, un segmento que fuera medida común de dos segmentos dados cualesquiera. Dos figuras fueron dique de contención a esta idea irresistible: el cuadrado y el pentágono regular; en el primero de ellos, la diagonal y el lado se mostraron negados a la esperada conmensurabilidad; mientras que el corte de las diagonales del pentágono hacía inconmensurables los segmentos en los que el propio corte se producía.
Ahora bien, la conmensurabilidad de segmentos era lo que hoy llamamos un proceso recursivo (base, según Hermann Weyl, de todo proceso infinito) de inclusión de unos segmentos en otros, de manera que una medida común garantizaba la finitud en tanto tal medida común pudiera conseguirse, pero él no encontrarla nos plantaba cara a lo ilimitado, al ápeiron. ¿Cómo, entonces, enfrentar la razón (el logos) a esta sinrazón o irracionalidad (el álogos)? Un primer intento es el desenmascaramiento, la evidencia: la sinrazón es de una naturaleza que rechaza la razón, ergo, para patentizarla, es necesario razonar negando la posible razón que pudiera reclamar lo irrazonable… nace la reducción al absurdo. El escolar que termina su educación básica debiera conocer la demostración por reducción al absurdo de la irracionalidad de la raíz cuadrada de 2, atribuida por el propio Aristóteles a los pitagóricos y recogida (al parecer de manera apócrifa) en algunas versiones de los
Elementos de Euclides como la proposición X.117. Pero, tal como lo revelara el intuicionismo siglos después, este modo de razonar no contesta todas las preguntas porque en el fondo queda un problema sin resolver: si la conmensurabilidad procede por inserción de segmentos menores dentro de otros mayores hasta el aparecimiento de la medida común, al no aparecer esta medida, en cada uno de los pasos consecutivos de inserción queda un restante en la forma de un segmento congruente con alguno de los segmentos que componen el segmento mayor, lo que significa que todos estos infinitos restantes se agregan para formar el segmento mayor, esto es, estamos en presencia de un infinito en acto. ¿Podían los pitagóricos, centrados como estaban en la preeminencia del número, cargar con semejante peso conceptual? A este respecto, veamos lo que dice Aristóteles. …es manifiesto que lo infinito no puede existir como algo que es en acto ni como sustancia y principio. Ciertamente, si es divisible en partes, cualquiera de ellas que se tome en consideración tendrá que ser infinita -pues “ser infinito” e “infinito” será lo mismo en la hipótesis de que lo infinito es una sustancia y no se predica de un sujeto-… Ahora bien, es imposible que la misma cosa sea muchos infinitos… Por tanto, quedaría de manifiesto lo absurdo de posiciones tales como la asumida por los pitagóricos, pues al mismo tiempo tratan lo infinito como sustancia y como divisible en partes.
(Una perplejidad similar, pero en tiempos recientes, la muestra Weyl:
La noción de que un conjunto infinito es una “recolección” amontonada en base a infinitos actos arbitrarios de selección, agrupados y luego examinados por la conciencia como un todo es un sinsentido).
Sin embargo, casi al mismo tiempo en el que Aristóteles hacía estas objeciones, el platónico Eudoxo intentó una genial solución al dilema, adelantándose en el más estricto modo geométrico, a profundos resultados del análisis matemático moderno: la llamada teoría de las razones iguales de Eudoxo, sustentada a su vez en un profundo principio organizador, llamado posteriormente principio de Arquímedes, por la importancia que este último le daría. El principio de Arquímedes establece que la voluntad de la tortuga le permitirá alcanzar a Aquiles, siempre que éste se detenga el tiempo suficiente; más técnicamente: si se tienen dos segmentos de desigual tamaño, siempre se puede conseguir un múltiplo entero del menor que sobrepase en tamaño al mayor. Pero también cabe una interpretación en sentido contrario: si del segmento mayor se restan partes iguales en pasos sucesivos (por ejemplo, mitades y mitades de mitades y mitades de mitades de mitades, etc.) eventualmente se alcanzará un segmento de menor tamaño que el segmento menor.
La igualdad de inconmensurables, descubrió Eudoxo, no es más que una aplicación armónica de este principio en la forma de pares de segmentos correspondientes, que unas veces adelantan y otras se quedan atrás en la correspondencia, manteniendo siempre el mismo ritmo, como parejas de bailarines en una danza de alta sincronización: es una igualdad al infinito, aceptada por la razón en tanto la sustenta un principio que permite a la misma razón detenerse en un número finito de pasos. No necesitamos caer al abismo para percatarnos de su existencia.
Pero toda la dificultad estriba en la necesidad de un soporte visual para el número, carga conceptual de resonancias bivalentes en su desarrollo histórico, pues igual que ha servido para descubrir muchos de sus ocultos misterios también ha distraído la atención hacia “imposibilidades” que luego resultaron tan posibles como fructíferas. A esta necesidad se rindió luego todo el devenir de la matemática: la brillante y potente reunificación cartesiana no fue sino uno de sus puntos de mayor lucimiento, lo que confirió mayor poder a la ilusión que la necesidad forjaba. Ahora bien, la geometría entroncaba desde sus inicios con el hecho empírico; aparentemente representaba una realidad presentada al geómetra para su interpretación, era casi una física que explicaba el Universo a partir de un estricto manejo racional que rechazaba el experimento. Pero fue precisamente este manejo racional el que obligaba a ser absolutamente cuidadoso con la elección de los primeros principios que lo sustentarían… mas esta elección se separó -hasta un punto sorprendente- de la experiencia sensorial al requerir unas características que, solo como situaciones límite -es decir, mediante un proceso infinito- se enmarcaban en las posibilidades de lo óptico lumínico.
Así,
“un punto es aquello que no tiene partes y una línea es una longitud sin anchura, son idealizaciones sostenidas por lo visual solo como sobre simplificaciones a las que la experiencia apenas podría aproximarse mediante procesos iterativos. Tal como lo plantea Poincaré:

Si tratamos de imaginarnos una línea, ella debería tener las características del continuo físico -lo cual significa que nuestra representación debería tener una cierta anchura. Dos líneas, por lo tanto, aparecerían ante nosotros en la forma de dos bandas estrechas, y si aceptamos esta tosca imagen, es claro que donde las dos líneas se crucen debe haber una parte común. Pero el geómetra puro hace un esfuerzo superior: sin renunciar del todo a la ayuda de sus sentidos, intenta visualizar una línea sin anchura y un punto sin tamaño. Esto solo puede lograrlo si imagina la línea como el límite hacia el cual tiende una banda que se hace cada vez más y más delgada, y el punto como el límite hacia el cual tiende un área que se hace cada vez más y más pequeña. Estas dos bandas, por estrechas que sean, tendrán siempre un área común; mientras más estrechas, más pequeña será el área común, y es este límite lo que el geómetra llama punto. Por esto decimos que dos líneas que se cruzan deben tener un punto común y esta verdad parece intuitiva. En este mismo orden de ideas, Caveign analiza las dificultades que trae la admisión del primer postulado euclidiano: “…trazar una línea recta desde un punto cualquiera hasta un punto cualquiera”, en la forma siguiente:
…el postulado 1 requiere que, de un objeto de medida nula a otro, se pueda trazar una “longitud sin anchura” que, además, sea “recta”. No hay que decir que el objeto “recta” es un objeto ideal, cuya existencia no puede ser admitida por el empirista radical. No obstante, si quiere hacer matemáticas, se le pedirá precisamente que la admita en calidad de hipótesis.
Constatamos, entonces, que la presencia de una ventaja epistemológica produce enormes dificultades ontológicas, las cuales provienen del intento de asimilación sensorial de conceptos cuyas propias definiciones los alejan de las posibilidades de los sensorios humanos. Es más, las dificultades no tienen solo que ver con el campo teórico de lo irracional que es lo que hemos analizado hasta ahora; aun dentro de lo racional podrían haber choques intuitivos de alguna importancia como el que, por ejemplo, plantea la densidad de los racionales respecto a su propia estructura: nos referimos al hecho de que, a diferencia de los naturales o enteros, entre dos racionales cualesquiera siempre hay otro número racional. Esto significa, ni más ni menos, que lo racional es infinito aun en las proporciones más pequeñas que podamos imaginar y, por supuesto, cada parte de lo racional es un infinito cuyas partes a su vez también son infinitas… las consentidas de los pitagóricos: las razones conmensurables, aquellas que mantenían la mente dentro de la armonía del número natural, también se demostraron capaz de llevarnos al abismo, al caos de la no representatividad. Esto sin contar que Cantor nos demostró que la caótica y repetitiva infinitud racional no lograba llenar nuestra recta imaginaria, sino más bien, por el contrario, dejaba tantos huecos en ella que eran más numerosos que los que llenaba. Por razones de espacio no analizaremos el aporte cantoriano y dejaremos nuestro análisis hasta este punto, convencidos de que si hemos logrado la aquiescencia del lector en lo ya expuesto, nuestro punto de vista será transferible a esferas conceptuales de mayor profundidad dentro del tema que nos ocupa.

Hagamos nuestra la síntesis de Poincaré:
Para resumir: la mente tiene la facultad de crear símbolos y es así como se ha construido el continuo matemático, que no es más que un sistema particular de símbolos. El único límite de este poder es la necesidad de evitar cualquier contradicción; pero la mente solo apela a él cuando el experimento le da una razón para ello.
Entendemos ahora que la correspondencia entre los números y la recta está inscrita en esa capacidad mental de elaboración de símbolos; es solo una identificación que, enfrentada a lo epistemológico, pretende una interpretación visual cuyo poder como tal no aguanta el embate de la propia razón a la que pretende asistir. Como consecuencia de ello el matemático moderno, enfrentado por otro lado a lo ontológico, prefiere invertir el esquema y entonces la recta y el conjunto de los números reales (constituido éste por lo racional y lo irracional, el logos y el álogos) pasan a ser una y la misma cosa. De esta manera el discurso matemático se reduce a los números, cuyas propiedades esenciales pueden ser asimiladas racionalmente sin soporte visual alguno; así entonces, dos rectas no son más que dos ecuaciones (o dos sistemas de ecuaciones), y su intersección no es otra cosa que un conjunto ordenado de números, ente aritmético al cual asociamos el concepto de punto. ¿Significa lo anterior que los conceptos del análisis matemático moderno -incluso los más elementales entre ellos- transcienden los sensorios humanos hasta un punto en el que se desprenden de éstos en absoluta independencia? ¿O la necesidad epistemológica (y posiblemente la empírica) represente el ancla que los fija a lo visual de manera ineludible?
Ya confesamos nuestra imposibilidad de ver detrás de esta barrera; queda para otros la tarea.
Razón


"El sueño de la razón", de Francisco de Goya y Lucientes.
La razón humana, más que descubrir certezas es la capacidad de establecer o descartar nuevos conceptos concluyentes o conclusiones, en función de su coherencia con respecto de otros conceptos de partida o premisas.
Tal actividad es lo que normalmente se reconoce con el concepto que expresa el verbo razonar.
Tipos de razonamiento
Razonamiento deductivo
La filosofía tradicional de lógica primaria, era fundamentalmente deductiva y no inductiva. Por ello la experiencia constituye un fundamento cognoscitivo completamente secundario.
Los principios y conceptos, como esencias y leyes universales, podían ser intuidas por el entendimiento humano; por sí mismo (los principios) o a partir del conocimiento por experiencia de una serie de casos particulares (por abstracción).
La lógica deductiva discurre sobre lo que se sigue universalmente desde premisas dadas por la razón humana. Es esta la razón por la cual Aristóteles estableció los principios a priori para la lógica, todavía enseñados en nuestra época: el principio de identidad, el principio, el principio del tercero excluido y el principio de razón suficiente como axiomas evidentes y por tanto como verdades necesarias y universales, es decir, aplicables en todos los casos y en cualquier contexto.
Para Aristóteles el silogismo es un argumento en el cual, establecidas ciertas cosas, resulta necesariamente de ellas, por ser lo que son, otra cosa diferente.
Es decir, es un argumento categórico que va de lo necesario a lo necesario, basado en el ser de las cosas.
Sin embargo hacer uso únicamente de la lógica deductiva puede llevar a errores. Pues se parte como verdad "universal" y "necesaria" de unos principios o leyes que no están confirmados por la experiencia concreta, sino, a lo sumo, en una generalización a partir de la observación de casos particulares, lo que nunca puede justificar un principio universal.
Así, Aristóteles se equivocó incluso en el número de dientes que tenían las mujeres, habiéndose podido enterar simplemente observando y contando.3
En oposición al mero formalismo lógico los idealistas, y en especial Hegel, consideraron de otra forma el principio de contradicción en cuanto a lo Universal moral como "praxis" o conceptual y teórico. Propusieron el método dialéctico para partir de la materia concreta dada para llegar a la forma de abstracciones universales y luego proponer definiciones generales. El análisis deja lo concreto como fundamento y por medio de la abstracción de las particularidades, que aparentan ser esenciales, pone de relieve lo universal concreto o sea la fuerza de ley general.


Razonamiento inductivo
En el mismo sentido, el razonamiento inductivo, es el estudio de derivar una generalización o una ley a partir de observaciones. Éste fue posteriormente incluido en el estudio de la lógica, y fue adoptado como el razonamiento básico de la investigación científica, combinándola cuando corresponde con la deducción. Este probablemente es el motivo del éxito y la certeza de los modelos científicos actuales. Es decir, la inclusión del razonamiento inductivo en las ciencias no es menor en nuestras vidas, nos permitió tener el modelo científico actual el cual nos ha dado una cantidad impresionante de tecnología y supuestas “verdades”.
En la ciencia moderna, el razonamiento inductivo basa sus conclusiones en las inferencias estadísticas. Es decir, se toma o registran una cantidad de datos sobre un fenómeno y se establecen conclusiones basadas en modelos probabilísticos, en la mayoría de los casos siguiendo la curva normal, acerca del fenómeno estudiado. La base filosófica del razonamiento inductivo la encontramos en el principio de razón suficiente, desarrollado, entre otros, por Leibniz.
Contrastes
La diferencia entre la validez inductiva y la deductiva es la siguiente: Una inferencia es deductivamente válida si y sólo si no hay posible situación en la cual todas las premisas son verdaderas y la conclusión falsa. La noción de validez deductiva puede ser rigurosamente establecida para sistemas de lógica formal en términos de las bien entendidas nociones de la semántica. La validez inductiva, por el otro lado, requiere que se defina una “generalización rentable” a partir de un conjunto de observaciones. La tarea de proveer esta definición puede ser enfrentada de varias maneras, algunas menos formales que las otras; algunas de estas definiciones pueden usar modelos matemáticos de probabilidades.
Kurt Gödel ha demostrado que en cualquier formalización consistente de las matemáticas que sea lo bastante fuerte para definir el concepto de números naturales, se puede construir una afirmación que ni se puede demostrar ni se puede refutar dentro de ese sistema y que ningún sistema consistente se puede usar para demostrarse a sí mismo.
Por tanto, en nuestra época los razonamientos deductivos e inductivos deben complementarse y trabajar juntos, buscando así la verdad sobre la realidad y el entorno.
Historia
La razón como principio del conocimiento conceptual, que supera el conocimiento de la experiencia, como fenómeno opuesto a intelectual fue considerado fundamental en el pensamiento por los griegos, que consideraron esta cualidad como propiedad  específica del alma humana, permitiendo así el lenguaje y el intercambio entre los hombres; convirtiendo la argumentación, la discusión y el diálogo en las acciones necesarias para el desarrollo intelectual, la búsqueda del conocimiento, y el establecimiento de relaciones políticas.
La razón ha sido vista de este modo como la expresión privilegiada de las capacidades humanas, descalificando otras propiedades del espíritu. Tal ha sido sobre todo la consideración de la Razón con mayúsculas durante la Edad Moderna. En la actualidad se considera una facultad no desligada sino en perfecta unidad, que no en perfecta armonía, con las demás capacidades como los sentimientos y sobre todo la acción y adaptación en el entorno natural, cultural y social de cada individuo y grupo.

Diversas Concepciones
 El Logos o razonamiento es considerado no como un instrumento, sino como una realidad que se impone a la mente y la arrastra. El razonamiento es un sentido, una realidad autónoma, superior al que razona, el cual sólo mediante el razonamiento se pone en contacto con un mundo más alto. Sócrates siente que posee en su interior una fuente de revelación, una llave, que le abre las puertas de realidad. Ya que lo que esta revelación interior nos entrega es la verdad misma, la verdad única, que se opone terminantemente a la verdad múltiple, personal y caprichosa de los sofistas, y también a la realidad fluyente de Heráclito. No es fácil comprender el asombro, el entusiasmo, el deslumbramiento que en las gentes del siglo V a. C. despertaba el uso de la razón. En ese entonces, conversar con Sócrates era como asistir a una fiesta o fantasmagoría, a un teatro extraordinario que nunca había sido contemplado hasta ahora por el ser humano.
Según Kant, en un sentido general, la razón es la facultad formuladora de principios. La divide en Razón Teórica y Razón Práctica, no tratándose éstas de dos razones distintas, sino de dos usos distintos de la misma y única razón. Cuando dichos principios se refieren a la realidad de las cosas, es decir, si usamos la Razón para el conocimiento de la realidad, estamos ante el uso teórico de la Razón (Razón Teórica). Cuando dichos principios tienen como fin la dirección de la conducta, le estamos dando a la razón un uso práctico (Razón Práctica). En su uso teórico la Razón genera juicios y en su uso práctico imperativos o mandatos. En un sentido más restringido y en el contexto de la "Crítica de la razón pura", la razón es la facultad de las argumentaciones, la facultad que nos permite fundamentar unos juicios en otros, y que junto con la sensibilidad y el entendimiento componen las tres facultades cognoscitivas principales que Kant estudió.
Marcando la proporcionalidad de las ideas de Aristóteles con las ideas del razonamiento expuesto por Kant, se podría inferir un uso de la razón lógica en aquellos procesos del conocimiento.

                                                 










CONCLUSIÓN
En el presente tema abarcamos lo que fue el conocimiento moderno el cual explicamos para que nos sirve y para que nos es útil en nuestra vida diaria y como lo podemos usar para el bien de nosotros mismos y emplearlo con otras personas.
Nos habló sobre como el razonamiento es un sentido de realidad autónoma ,superior al que razona y de las lógicas deductivas e inductivas-,la primera se refiere a lo que se sigue universalmente desde premisas dadas por la razón humana y la segunda al estudio que se deriva de una generalización o ley a partir de la observación.
Para nosotros el  problema del conocimiento es esencial y como todo lo humano; nos deja mucho por delante para seguir profundizando, con la sensación además, de que nunca llegaremos a dilucidar por completo su misterio.

 Admiramos el fenómeno del conocimiento porque pone en evidencia las potencias humanas: la creatividad por ejemplo. Partimos necesariamente de elementos a priori (la prueba es que los animales no pasan del conocimiento sensible), y con la experiencia del mundo abstraemos la realidad.

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